viernes, 8 de octubre de 2021

LA REPOSTERÍA EN MÉXICO


Escrito por Evelyn Yael Garcia Maldonado
 

Dicen que para el postre y la risa siempre hay un hueco y es verdad todo comenzó con La concepción del universo el dulce nació́ en la Conquista, anterior a esta se consumían frutas, tzoalli (amaranto endulzado con miel de flores), bebidas con cacao y nieves, que eran considerados alimentos, más no postres.

Con la Conquista llegó el pecado a manera de dulces. Las monjas hornearon merengues, alfajores, marquesitas y mazapanes; muchos de ellos con nombres provocativos, como ejemplos: “bien me sabes y suspiros”. Su maestría con el batidor fue tal, que del horno salían los manjares más virtuosos para la torta de Santa Inés y la torta de cielo. Las calorías en esa época jamás se cuestionaron. Durante el Virreinato se dio mano suelta a los primeros pasteles teniendo una base esponjosa llamado mamón (bizcocho o mantecado),

se rellenaban de mamey, almendras, mantequilla con yemas, azúcar y vainilla entre otros elementos que conducían a la gula de la elite mexicana. En cuanto al universo dulce, gracias a la cocina virreinal, surgieron los picarones (fritura de camote acompañado de jarabe dulce con canela), el turrón y la mazamorra morada (budín de maíz) como los principales.

El segundo contacto con la repostería fue durante el Porfirito cuando llegaron los primeros chefs, franceses en su mayoría con algún alemán colado por ahí́. La Vascona, por su parte, es un ejemplo de pastelería vigente (con más de 100 años de vida) que comenzó́ con la diversificación de la pastelería.

 

“Puedes sentirte mal antes de comer una galleta o después de comer una galleta. Pero no puedes sentirte triste mientras comes una galleta” — Ina Garten

 

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